El sombrío pasado de una rosa
Y ahí estaba ella, sentada en el mirador de su casa en medio de un crepúsculo, contemplando la belleza de aquel fenómeno mágico, mientras por su mente pasa una ola de recuerdos y en sus ojos color miel se puede ver la nostalgia que le produce cada uno de ellos. A pesar de sus 66 años ella puede recordar cada momento melancólico de su niñez.
Un 23 de septiembre de 1956, en Apia, llegó al mundo Rosa, nació en una familia muy humilde dónde llego a ser la cuarta hija de una pobre pareja.
Su hogar era pequeño y arcaico, no contaba con luz eléctrica y el ambiente era frío ya que estaba ubicada en un sombrío potrero muy alejado del pueblo, tenia un patio muy rocoso dónde más adelante Rosa jugaría con sus hermanas; el lugar se sentía solo y abandonado a pesar de que en el habitaba una familia, se sentía igual que un cementerio abandonado pero lleno de cuerpos sin latidos que descansaban en la fría tierra.
Efraín, el único varón y el mayor de los hijos de la pareja, sería quien más adelante velaría por sus inocentes hermanas. Cecilia y Antonia, eran quienes ayudaban a su madre a cuidar de su pequeña y adorada hermana.
Cuando Rosa contaba con tan solo 2 años de edad, su madre dio a luz nuevamente a una pequeña, a quien llamaron Cristina; y así cada 2 años llegaba un nuevo integrante a esta infeliz familia, Magnolia, Flor y Marisol, así hasta que su madre falleció dando a luz a su última hija, quienes sus hermanas nombraron “Sol”.
Aquella bebé dos meses después falleció, debido a que sus hermanas eran tan inocentes no sabían el cuidado de un ser tan pequeño y al no tener los recursos necesarios para la alimentación de la pequeña Sol, sus hermanas decidieron salir por su propia cuenta y buscar alimento para ella ya que su padre lo poco que ganaba en el campo lo utilizaba para embriagarse. “como éramos tan pequeñas, nosotras solas salimos a buscar comida para darle pero solo habían plátanos y agua, y eso le dimos y por eso ella se murió, murió ahogada por culpa nuestra” dice Rosa mientras sus ojos se apagan.
Pasada la lamentable muerte de la madre de Rosa, Efraín, su hermano tuvo que velar por ellas, el tan solo tenía 15 años, aún le faltaba muchas cosas por conocer y no estaba listo para lidiar con 7 pequeñas y traviesas niñas. Pero era la única opción ya que su padre mantenía ebrio.
Pasaron los oscuros días, pero a pesar de todo Rosa y sus hermanas se divertían en el patio, “nosotras éramos muy traviesas , nos montábamos en las marranas y manteníamos haciendo travesuras”. Se nota en sus ojos y en su voz que para ella eso es un lindo recuerdo, se nota que ama recordar los momentos con sus preciadas hermanas.
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“A los 7 años mi papá nos regaló y desde ese día pues a mí me tocó irme con una señora llamada Luz, no sé a mis hermanas para donde las mandaron” Su voz se entrecorta mientras cuenta lo sucedido, pues había un lazo muy fuerte entre ellas.
Sin embargo, Rosa fue enviada para donde aquella señora que la mantuvo 15 años. “no me faltó nada, yo la quería como una mamá, le ayudaba en la casa, me puso a estudiar y me llevo para Estados Unidos”
En Estados Unidos Rosa conoció a un chico el cual le hacía volar mariposas en el estómago cada que lo veía, a él le pasaba lo mismo, pero... Rosa tenía una atadura, había dejado a su enamorado en Colombia. Fue terca y no recibió los consejos que le brindaba aquella señora que la mantuvo y la cuidaba como una madre cuida a su polluelo, y Rosa entre lágrimas por tener que dejar a la que ahora quería como madre, regreso a Colombia a sus 22 años para casarse con su querido Gustavo, dejando todo atrás solo por aquel amor.
Rosa al regresar a aquel lugar el cual le producía una explosión de recuerdos se dirige a encontrarse con su enamorado con el cual se casaría. Al llegar y encontrarse con su amado, se tomaron el tiempo de planear su boda con detalles, pues su amor para ellos era verdadero.
Unos meses después Rosa y su hermana Cecilia tuvieron la fortuna de reencontrasen cuando menos lo esperaban, al versen se dieron un fuerte abrazo el cual hizo explotar un volcán dentro de sus corazones haciendo salir de sus ojos un gran mar de felicidad y amor, aunque ya se tenían la una a la otra nuevamente y sus corazones ya estaban bombeando sangre con mucha mas fuerza, aun estaba la tristeza de saber que aún no estaban completas. “yo estaba que no me cambiaba por nada, me iba a casar con quién yo decía que era el amor de mi vida y fuera de eso me había encontrado con la hermana con quién yo de pequeña era más unida” dijo Rosa entre lágrimas.
Un 30 de Septiembre de un año que se desconoce, Rosa se casó con el dueño de su alegría 7 días después de cumplir sus 23 años de edad. Rosa se pudo reencontrar con sus hermanas restantes y su hermano gracias a una fiesta que hubo un 12 de octubre en Belén de Umbría dónde vivía con su esposo, allí fue invitado todo aquel que viviera ahí, en el momento en que Rosa llegó con su esposo a aquella fiesta a lo lejos pudo reconocer los ojos de su hermano y rápidamente fue a averiguar si sí se trataba de el, al notar que si en un fuerte abrazo se dijeron lo que mil palabras no podrían expresar, su hermano quien ya tenía contacto con sus demás hermanas, la llevo rápidamente dónde se encontraban para que nuevamente estuvieran todos juntos. “es uno de mis mejores recuerdos, esa noche bailamos y la pasamos bien felices por avernos encontrado después de tanto tiempo” cuenta Rosa mientras se le escapa una sonrisa cálida.
4 meses después de que Rosa tuviera ese reencuentro, ella se dio cuenta que en su vientre crecía un pequeñito capullo, estaba tan emocionada y feliz por saber que tendría un pequeño pedacito de vida que luego le diría “mamá”.
Y así tiempo después el amor de Rosa y Gustavo traería al mundo a 3 amores para alegrarles la vida, una pequeña a quien llamaron Marcela, y dos varones, Alfonso y Fabio; quienes le dieron a la pareja una felicidad infinita llenando sus corazones de un amor puro y noble. “esos niños para mí fueron una bendición, me vinieron a acompañar ya que mi marido casi no estaba conmigo, ya que le tocaba trabajar” dice ella mientras sus ojos cafés brillan intensamente.
Paso el tiempo y los días para Rosa se volvieron difíciles, su marido ya no llevaba lo necesario al hogar, de modo a que Rosa le tocó trabajar para poder mantener a sus pequeños hijos, sin embargo, nunca fue abandonada por sus hermanas y hermano siempre le colaboraron y cuando tenían la facilidad le cuidaban a sus hijos. Rosa también notaba cambios en su marido, pues se volvió muy indiferente con ella, y desde que tuvieron a su último hijo, Alfonso, Gustavo no quiso tener más relaciones sexuales con Rosa, le llegaban rumores a ella de vecinos que veían a su marido coqueteando con demás hombres y que molestaba a todos los chicos adolescentes de los alrededores, Rosa impactada por aquellos rumores decidió hablar con su marido, sin saber que lo que él le diría le destrozaría el corazón, sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas y no podía creer que el hombre al que le entrego todo su amor no le atraían las mujeres sino que se perdía en la mirada de los hombres y que solo estuvo con ella porque quería ser padre.
Gustavo se fue de la casa y todo se volvió más complicado para Rosa, pues el padre de sus hijos se fue y no quiso responder por los pequeños. Aunque las hermanas de Rosa siempre le ayudaban con alimentos, a ella no le gustaba ser mantenida y se iba a coger café, mientras dejaba a su hija Marcela a cargo de Alfonso y Fabio.
Ella ganaba una miseria, aunque era mejor que los demás trabajadores, pero ella siempre intentaba llevar algo digno para sus hijos.
Rosa quiso buscar más oportunidades para salir adelante con sus hijos, decidió dejar su centro de recuerdos y su tierra natal para mudarse a Pereira al corregimiento de Morelia, para allí comenzar una nueva vida y hacer lindos recuerdos junto a sus hijos. Al principio fue difícil para ella, era una total desconocida en el lugar pero pudo conseguir una pequeña habitación donde se intentó acomodar lo mejor posible con sus 3 pequeños hijos, para luego salir a buscar trabajo para poder mantener a sus pequeños. Un día de suerte, a Rosa le dieron trabajo como recolectora de café en una finca llamada “La Gaucha”. Para ella era bueno, pues le iba muy bien recolectando café. “yo estaba muy feliz porque ya había conseguido trabajo y como la recolección de café estaba de mi lado mejor, pues a mí me rendía mucho”, decía Rosa mientras en su rostro se notaba la felicidad que le causaba aquél recuerdo.
Cuando empezó a trabajar todo iba muy bien, el poco sueldo que ganaba le alcanzaba para pagar el arrendó de la habitación y para comprar un poco de comida. Cuando sus 3 pequeños tuvieron la edad para entrar a la escuela, Rosa los ingreso inmediatamente para que así no pasarán todo el día solos en casa.
Las hermanas de Rosa, tiempo después también se mudaron, Cecilia se mudo para Cuba en Pereira, Antonia y Flor para Galicia, Cristina, Marisol y Magnolia para Santa Rosa, mientras que su hermano decidió quedarse en Belén. Cecilia como era la más cercana a Rosa, la visitaba cada fin de semana y le llevaba un poco de comida para ella y sus niños. “eran mis sobrinos, y Rosa era mi hermana más cercana, por lo que yo no podía dejarla sola, además ella era quien más mal la estaba pasando, no podía abandonarla así como así” dice Cecilia mientras el brillo de sus ojos se apaga lentamente y en su rostro se empieza a notar la tristeza que había en su corazón.
Un día, mientras Rosa estaba trabajando se topó con un trabajador llamado Manuel, quien al verlo a los ojos se estremeció cómo si hubiese visto un ángel frente a ella, Rosa también le agrado a él y al verla nerviosa le sonrió y empezó a entablar una conversación, parecía que se conocían de hace tiempo, pues todo fluyó rápidamente, se dieron datos personales y direcciones, Manuel quería salir con Rosa, ambos quedaron flechados y poco a poco se fueron conociendo a fondo.
Después de que se conocieron un tiempo, ambos decidieron empezar una vida juntos, los dos estaban perdidamente enamorados y decidieron empezar a crear recuerdos juntos, el había aceptado a Rosa y a sus hijos, era el hombre que ella siempre soñó. Con mucho esfuerzo y ánimo Manuel pudo comprar un terreno en el que haría una casa para vivir con su mujer e hijastros, Rosa dejo de trabajar ya que se había enterado que dentro de su vientre crecía un nuevo integrante a la familia, los dos estaban emocionados por aquella bendición que llegaría a sus vidas para llenarlos de amor tanto a ellos como a sus inocentes hermanos.
Un 15 de Diciembre de 1989 nació una pequeña niña que con tan solo mirarla sus padres y hermanos se derretían de ternura y sus corazones se llenaban de amor al instante, a el pequeño fruto que surgió de el amor entre ellos la llamaron Juana. Rosa temía que su pasado volviera a florecer pero notaba que Manuel era el mismo con ella, y que siempre luchaba para que a ella, y ahora, sus cuatro hijos no sufrieran, el amor de Manuel era puro y demasiado fuerte que poco a poco iba curando todas las heridas de el corazón de Rosa.
Cuando la pequeña Juana tenía 2 años, un 06 de Enero de 1991, la pareja trajo al mundo a otra pequeña a quien llamaron Laura. Se sentían tan felices de tener a dos pequeñas niñas, que su amor cada vez se volvía más fuerte. Eran la adoración de Manuel el las amaba con toda su alma, pero sin dejar de lado a sus hijastros, aunque no les demostraba tanto cariño, los apreciaba mucho.
Eran una familia feliz, Rosa nunca perdió comunicación con sus hermanas y se visitaban mutuamente. “Yo estaba feliz, la familia que siempre soñé la pude tener, aunque no olvidaba mi pasado, ese ya no me hacía daño” Dice Rosa con un gesto suave en su rostro y con su voz menos tensa.
Marcela, Alfonso y Fabio, habían conseguido pareja y se fueron de la casa, Juana tuvo una hija, se separó de su esposo y regreso con sus padres, Laura siempre se quedó en casa con ellos. La pequeña hija de Juana era la nieta adorada de Manuel, la amaba con toda su alma, y siempre la consentía demasiado, la niña también lo adoraba, era su abuelo querido. Todo estaba tan perfecto, seguían siendo una familia feliz, hasta que en el año 2014, un 16 de julio, Rosa se levantó como de costumbre para despachar a su esposo Manuel, para que el se fuera a trabajar, él se despidió de su mujer, de sus dos hijas y su amada nieta, diciéndole a la pequeña “cuando regrese le traigo una grande mandarina” y se fue para su trabajo sin saber que ocurriría un problema en la habitación de químicos y fallecería ahí.
Al llegar la noticia a Rosa, todo murió dentro de ella, lloro desconsoladamente junto a sus hijas y su nieta, porque sabían que no iba a volver aquel hombre que las llenaba de amor cada día.
Rosa se sentía vacía, pues el hombre que amo se fue y no volvió a casa, dejando un enorme vacío que nadie podría reemplazar, pero se sentía feliz ya que le había demostrado su amor cada día a él, y él a ella.
En el 2022 Rosa conoció a un hombre que la quería, pero su amor no se sentía como aquel amor que le brindaba Manuel....
A día de hoy, en el 2023, Juana aún vive con su hija en casa de Rosa, su hija Laura vive tan cerca que todos los días va dónde ella, su hija Marcela y sus dos hijos Alfonso y Fabio, viven lejos y por eso no la visitan casi. Rosa sigue hablando con sus hermanas y aún son unidas aunque una se encuentra en España no se han dejado de querer, pero tristemente falleció su hermana Antonia en el año 2020, sin embargo siempre la llevan en su corazón.
Rosa siempre tiene el mejor ánimo, y es muy positiva cada día, es feliz, pero aún no olvida su pasado y el amor de su querido Manuel.
Karol Jaramillo